lunes, 22 de abril de 2013

Exposición Permanente


Hay cientos de máscaras sobre las mesas del estudio de la Reina. “Maravillas” diría cualquiera, pues estas parecieran ser pinturas al óleo, sin embargo no tienen ningún papel, lienzo ni base similar. El sonido es el del vacío, excepto por la constante interrupción de la voz en las bocinas. “A continuación: El último día del Rey”, repite y repite con voz mecánica.

Con excepción del espejo frontal, todas las paredes están tan manchadas que no se puede adivinar cuál es su color original. Yo, en lo personal, creo que ni siquiera hubo paredes, sino que entre tanta mancha  se fueron armando en una intuitiva y caprichosa arquitectura. Un cascarón para la representación del joven Rey sentado sobre una silla, a espaldas de otra vacía. Igual, oleoso.  Contornos bien definidos, desnudo y fuerte, como se mostrara ante sus súbditos en los primeros días de su gobierno.

“A Continuación: El último día del Rey”

El público se amontona del otro lado del espejo, por ahí por donde es sólo cristal. Observan maravillados la representación realizada por la Reina de su esposo en su juventud. Pocos lo recuerdan así, sólo los más viejos. Hoy casi todos piensan en su Rey agonizante, que seguramente reposa con una respiración entrecortada en alguna parte de su palacio, mientras su mujer le rinde un homenaje en un museo.

-Siempre fue una gran artista, la Reina.

“A Continuación: El último día del Rey”

De entre las paredes que pueden ser sólo manchas, se abre una puerta. Entra la Reina, que logra escuchar las voces sorprendidas del público del otro lado del espejo. Ella también es vieja. Flaca, como nunca lo había sido. Arrugada y más cubierta por una corteza vieja que por piel. Se acerca al espejo, como si pudiera ver a través de él y con una sonrisa empieza a desnudarse.

Libre de joyas y velos, sin corona ni nada que la distinga, su cuerpo que a pesar de lo flácido se ve seguro y lleno de la vida de la madre sabia, se acerca a la pintura en óleo de su marido.

Lo Besa.

“A Continuación: El último día del Rey”

El público aún confundido por la aparición inesperada de su Reina y sus acciones tan despreocupadas, se confunde aún más cuando ella se sienta en la silla vacía y se empieza a pintar con los dedos. Conforme la pintura va cubriendo su cuerpo,  ella se ve joven, con contornos definidos. Desnuda y fuerte, como se mostrara ante sus súbditos en los primeros días de su gobierno.

“A continuación: El último día del Rey”

Los de nuevo jóvenes Reyes sentados espalda con espalda, se alcanzan a ver de reojo una última vez. Ven la pintura que hoy los convierte en lo que serán para siempre.

Lentamente dejan de respirar.

“Gracias por su asistencia, los invitamos a la próxima exposición...”


miércoles, 10 de abril de 2013

Pintada


De lejos la gente se compadece, pues la chica que se ve como pintada en acuarela tiene una nube encima, una nube que no para de llover.

Ahí la ven, mirando hacia arriba, con el rostro que pinta la tristeza resignada, pues el cielo siempre es azul al horizonte, pero sobre ella sólo hay sombras. Cuan obvio es que ella se esfuerza por volver a sonreír, pero ¿quién podría sonreír viviendo como vive la chica que se ve como pintada de acuarela?

Ella no habla con nadie, el tono que le dirigen todos los paseantes de ese país donde nadie deja de caminar es lastimoso, aburrido, no le permite explicarse pues para ellos es más simple quedarse con su compasión. La chica que se ve como pintada de acuarela ama su nube, por eso la mira al cielo con una sonrisa opacada por el dolor constante que sólo el agua puede aliviar, el dolor de ese fuego que nace desde el vientre y el corazón, las llamas que nadie puede ver, pues es más fácil mirar la nube que hay encima, flotando.

El chico que pareciera estar hecho de periódico ha pasado muchas veces por ahí. Nunca le ha dado palabras de consuelo, pero se ha detenido, a diferencia de los otros, que sin dejar de caminar hablan. Tal vez es por eso que la chica que se ve como pintada de acuarela está enamorada de él. Un amor silencioso pero incompleto.

Hoy el chico que pareciera estar hecho de periódico la está observando de nuevo, en pausa y en silencio. Sin decir nada, se abre el saco de su pecho y un viento atraviesa las letritas y el papel de su camisa, alejando a la nube de una vez por todas y apagando el dolor del fuego interno de ella. El calor que sigue existiendo entre los dos quema el papel con el que está cubierto el chico, que ya no pareciera estar hecho de periódico, está desnudo y se ve como pintado en acuarela.