De lejos la gente se compadece, pues la chica que se ve como
pintada en acuarela tiene una nube encima, una nube que no para de llover.
Ahí la ven, mirando hacia arriba, con el rostro que pinta la
tristeza resignada, pues el cielo siempre es azul al horizonte, pero sobre ella
sólo hay sombras. Cuan obvio es que ella se esfuerza por volver a sonreír, pero
¿quién podría sonreír viviendo como vive la chica que se ve como pintada de
acuarela?
Ella no habla con nadie, el tono que le dirigen todos los
paseantes de ese país donde nadie deja de caminar es lastimoso, aburrido, no le
permite explicarse pues para ellos es más simple quedarse con su compasión. La
chica que se ve como pintada de acuarela ama su nube, por eso la mira al cielo
con una sonrisa opacada por el dolor constante que sólo el agua puede aliviar,
el dolor de ese fuego que nace desde el vientre y el corazón, las llamas que
nadie puede ver, pues es más fácil mirar la nube que hay encima, flotando.
El chico que pareciera estar hecho de periódico ha pasado
muchas veces por ahí. Nunca le ha dado palabras de consuelo, pero se ha
detenido, a diferencia de los otros, que sin dejar de caminar hablan. Tal vez
es por eso que la chica que se ve como pintada de acuarela está enamorada de
él. Un amor silencioso pero incompleto.
Hoy el chico que pareciera estar hecho de periódico la está
observando de nuevo, en pausa y en silencio. Sin decir nada, se abre el saco de
su pecho y un viento atraviesa las letritas y el papel de su camisa, alejando a
la nube de una vez por todas y apagando el dolor del fuego interno de ella. El
calor que sigue existiendo entre los dos quema el papel con el que está
cubierto el chico, que ya no pareciera estar hecho de periódico, está desnudo y
se ve como pintado en acuarela.
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